El Pinto Elemento

Se sostiene que un periodista debe ser ponderado, racional, amplio de mente, mesurado. Yo ejerzo el periodismo formal por lo mismo. Porque me acomoda sin que todo lo anterior me amanse al sistema, lo que no es más que una versión rebuscada de ser socialmente vendido. No, imposible.

Aún así, hay luchas que a uno le faltan (ya hice pelear autoridades al aire, me eché a un par de colegas por mal uso de su profesión, le destapé algún escándalo a un candidato municipal que finalmente terminó looser en las urnas, perdí pegas por ser antisistémico, etc) y que lo hacen mirarse impotentemente ante la adversidad: Hablo de la pelea Pro Animal. Tal vez porque no sirvo o no me atrevo. Pierdo los estribos y me sale el Día de Furia que todos llevamos dentro. Cosa de leer el tenor de estas líneas para darse cuenta.

Hace siete años que los malditos e inútiles parlamentarios de este país -esos que representan al pueblo flojo, inconsciente y con dubitativo coeficiente intelectual- tienen congelado un proyecto de ley para castigar el abuso en contra de los animales. Fíjese que este es el único lugar del mundo donde la explotación de los circos o la “tradición” traumante de las peleas de gallo y el rodeo están protegidas por la ley de la conservación de estupidez histórica.

A mi, con los años, me habrán matado unos diez gatos, o al menos eso supongo porque nunca más volvieron a casa. De los que supe, a una sola pude le sepultar en mi patio hace ya harto tiempo. La alcanzó un perro en la calle y aún pese a las ganas, no me acriminé con el can. Sí casi le rompo la cara al dueño del pastor alemán. Pienso y me recrimino. Tengo claro que el día que encuentre a alguien atentando contra algún ser más pequeño supongo que intervendré en mala. Si el felino afectado es uno de los que yo crío, seguramente los resultados serían similarmente irracionales a los que emergen cuando padres ven que sus hijos son abusados sexualmente.

Miraba hace unos días en la televisión cómo en Vallenar se están organizando luego de que 80 canes fueran exterminados por alguna autoridad bajo la cruda y cobarde metodología del pellets con veneno. Cuento viejo este modus operandi avalado conscientemente por la ley de salud. Quienes no sirven para nada (como el chavista Senador Alejandro Navarro metiendo ruido inócuo en cámara) retoman el archiconocido argumento de la esterilización y el control de natalidad. Sirve, es cierto. Pero no es el tema de fondo.

Esto es como la discusión de la Píldora del día después. Una solución no implica otra. En Chile, nos hace falta lo mismo en esta materia que para casos de contaminación ambiental, niñas embarazadas, alcoholismo-drogadicción juvenil y problemas de comprensión de lectura: Educación. Desde la formación básica, más allá de si es privada o pública. ¿Se podrá? No sabría decirle. Me encantaría saber que hay un proyecto serio y a corto plazo. Esos cambios no llevan más de tres años en implementarse. Se requiere de personas diligentes y acción incorruptible. También de voluntad, esa que en este país siempre falta.

No estoy ni ahí con las marchas indígenas protestando contra el 12 de Octubre, ni con que hay que proteger a los niños del abuso sexual cuando tienen padres despreocupados que se confían y los dejan “a la mano” de los degenerados, ni con aquellos que pelean por veinte lucas en su colilla de sueldo cuando ya ganan algo. Me preocupa y afecta muchísimo más que no exista protección y conciencia a favor de quienes efectivamente NO PUEDEN DEFENDERSE POR SÍ MISMOS y son eliminados, exterminados sin más explicación que no sea la falta de materia gris suficiente, esa que nos permita convivir con quienes tienen el mismo derecho natural que todos nosotros.

Disculpe la analogía burda pero estoy hablando de dictadura y el refrán macabro viene de perilla para la ocasion. Veo a estas autoridades que mandan a exterminar en nombre de la salubridad, veo gente que bota los cachorros recién nacidos, que cruzan especies de raza para venderlos, que discriminan a las especies mestizas, que muchos tienen locales céntricos para ofertar especies enjauladas y estresadas con el ruido de la ciudad, miro pendejos chicos jugando a apedrear al perro o el gato huacho de la calle mientras sus ociosas madres ven la teleserie de turno, observo que algunos lucran maltratándolos en nombre de la tradición y me espanto con la apaciguada ignorancia aberrante del pueblo en estos temas tan sensibles. Veo todo eso y no puedo dejar de citar una frase popular, una acunada en la época de la Dictadura militar. Burlesca, irrespetuosa y sádica. Se usaba para citar hilarantemente a la plebe opositora de la época. Para que le voy a mentir. Cuando reparo en el abuso animal de esta sociedad inmoral, lo más honesto que me surge es oensar que “A Pinochet le faltó matar algunos hueones en este país…”

# Opinó... RIPNE a las 1:31 a. m.