El Pinto Elemento

Stereo MC's - Connected (Connected, 1992): Uno de los selectos clásicos de pista de la década noventa. El proyecto que Rob Birch aún mantiene vigente pero que jamás volvió a los oídos de la masa.

Ya, acá les va otro cuento adaptado. Los originales, ciertamente son más extensos. Como buen cuento ¿no? Los malos cuentos son los cortos...

ADVERTENCIA: La historia, como TODAS las que acá se publican, es en base a ficción y este corresponde a "El Despertar".
Aclaro sólo por sanidad de mentes alcantarillentas que asumen todo cuento publicado como experiencia personal, como si uno no tuviese suficiente imaginación para crear una historia... Para que no lleguen a denunciarme por haber asesinado a alguien. Miren que si la incomprensión de lectura se comiera, este país podría apadrinar a los africanos...

El sueño de su vida. Ramiro, a sus 18 años llegaba a Concepción para iniciar su aventura universitaria. Por el típico dato de una eterna vecina en su natal Traiguén, el joven orgullo de la familia González dio con la pensión de Isabel. Tenía la dirección y referencias borrosas. Llegaría a una casona del tipo clásico donde vivía una viuda y sus dos hijas. Pero la sorpresa en esa mañana de marzo sería dulcemente mayor para el campirano. Dos relucientes muchachas lo recibieron fríamente. Casi tanto para no llamar su atención. Esperó a la dueña de casa observando que la casa no era muy grande. Raro para una posada de ese tipo. De fondo se escuchaba “Destino circular” de Virus. Una de las pasiones de Ramiro era la música por lo que se volcó a la mesa plagada de discos ochenteros de la era new wave y del rock latino.

Destino Circular - Virus (Locura, 1985): El más importante registro de la banda de los Moura. Una época sin mucha crítica decente incluso en la alabada -por muchos- Argentina. A estos los tildaban de lights. Murió su líder y pasaron la historia como precursores. Para que vean que en todas partes se cuecen habas...

“Veo que ya conociste a Fabiana y Celeste” escuchó desde el fondo de la casa. Las había bautizado así por la Cantilo y la Carvallo, esas dos referentes de juventud. La suave voz era de su anfitriona. Una mujer que, para sus 48 años, se veía inesperadamente atractiva. La morena mujer de generosa figura vestía bluejean ajustado, polera de algodón blanca liviana, con tirantes como le gustaba a él y expelía además el olor de un delicioso perfume. Sus ojos verde claro seducían al instante.
Una pequeña conversación sirvió para romper el hielo. El muchacho de tono provinciano disfrutaba cada comentario de su hechizante interlocutora. Los discos, la amiga en común, los sueños de Ramiro y la historia de Isabel fueron aderezando el contundente almuerzo. Cuando la botella de cabernet sauvignon había desaparecido el pensionista, en absoluto trance, ya se había enterado de la trágica muerte del padre de familia y cómo ella tuvo que salir adelante con sus pequeñas hijas.
Un extraño sentimiento paternalista surgió de súbito en su cabeza. El embrujo de la charla sólo se rompió con la llamada y posterior visita de un amigo de la familia. Debe ser Guillermo, dijo Celeste al anunciarlo. Poco importó. Desde ese día, Ramiro soñó reiteradamente con la tundente mujer.
Tras algunos días de familiarizarse, el inquilino captó la confianza de su nodriza. Su accionar caballeroso la había cautivado maternalmente. Sus hijas miraban al visitante y su suelta disposición con ojos desconfiados y no le prestaban mucha atención pese a estudiar en la misma universidad. Una tarde de viernes, Ramiro, ya en plenas tareas de alumno “mechón” telefoneó a la pensión avisando que no llegaría a buscar su equipaje para retornar a Traiguén. Había un a especie de recepción estudiantil y desde allí emprendería rumbo al Terminal de Buses. Isabel se despidió con inusual dulzura. Y eso nuevamente lo aprisionó emocionalmente.
El carrete comenzó demoledor. Luego de bajar algunas garrafas de vino blanco, los ya emborrachados tipos decidieron alargar la liturgia y se fueron a un conocido local penquista. En plena fiesta, Ramiro, quien a esa altura ya había dejado hace rato el bus que decía su boleto, sólo pensaba en su madura musa de piel canela. Mientras bebía lo que llegaba a sus manos y contaba al compañero de turno sus ocultos sentimientos por la dueña de la pensión se percató de la presencia de Fabiana y Celeste en actitud desatada en plena pista de baile. Las encaró y las chicas, algo estimuladas artificialmente, fueron mucho más agradables esta vez. Ante la pregunta de rigor, Fabiana respondió al instante y con un tono tendencioso. “Está sola. Pobre. De seguro esperando que el amor golpee su puerta” sentenció antes de arrastrar al mozuelo a moverse al ritmo de “Conected” de Stereo MC’s. Rara paradoja. Él, yacía en la total desconexión, mezcla del efecto de aquella sobredosis de alcohol y la creciente ansiedad por escaparse a los brazos de Isabel. En todo momento pensó en aprovechar la ocasión de tenerla sola para él por lo menos por esa noche.
Finalmente se deshizo de su pareja ocasional y emprendió rumbo al hostal. Tenía mayor noción de dónde quedaba pero no calculó las cuadras entre la discotheque y la casa por lo que caminó casi dos horas. Para colmo, una botella de cerveza como compañera impidió que su equilibrio retornaba a cauces normales. Su idea era intespectiva e irracional. Quería declararse y abordarla. Ni siquiera tuvo noción para reparar en la hora. Las dos y media de la mañana.
Llegó al destino con algo de energía y poco discernimiento. Una de las chicas le había entregado las llaves para que tuviese adonde llegar entendiendo que Traiguén y su familia esperarían una semana más para verlo. Apenas entró en el living captó una energía distinta, un ambiente extraño. Había algo de humo de cigarrillo en el aire y el aroma. En plena mesa de centro, una botella de champagne vacía y dos copas a medio llenar. Una bandeja de porcelana conservaba los restos de algunas ostras. Media luz en la lámpara y música a volumen más alto de lo normal. Apenas distinguió que “Victims” de Culture Club era lo que salía de los parlantes. Se acercó al dormitorio de Isabel con un horrible presentimiento, eso apenas comenzó a dar oídos a insolentes gemidos de placer. Pasó en cosa de segundos de la euforia inicial a la víspera de una tragedia. Una rabia indomable se apoderaba de él.
La escena era insufrible para sus expectativas. El otrora amigo de la familia compartía su cama con desatada pasión. Se llamaba Guillermo según recordaba entre pensamientos cada vez menos claros. En un segundo de inconciencia suma, Ramiro tomó un cuchillo de la cocina y lo clavó en la espalda del que consideraba traidor. Tras ello perdió razón total y se desmayó en segundos ante los gritos despavoridos de terror que salían de su desnuda enamorada de cuentos.
Sólo recobró la conciencia en una sala de hospital con un incesante martilleo en la cabeza, producto de la resaca y vigilado atentamente por un carabinero a su lado. En medio de su vuelta al mundo real entendió que nunca volvería a ver a Isabel y sus hijas. Que nunca regresaría a la universidad. Su padecimiento lo había llevado a la perdición. Pero aún pensaba en ella. Y siempre lo haría...

Do You Really Want To Hurt Me (Kissing To Be Clever, 1982): Y si la anterior no le convence, al menos no podrá ir contra los registros que denominan a ésta, la que cierra el primer disco del grupo inglés de new romantic, como el primer piso sonoro de ese movimiento masivo y convocador llamado new wave.

# Opinó... RIPNE a las 11:00 p. m.