El Pinto Elemento

Revolution - Bob Marley and The Wailers (Natty Dread, 1975): Si bien es el disco firmado como Marley And The wailers, es el punto de inflexión pues Peter Tosh y Bunny Livingston, los otros dos padres del reggae jamaiquino -que revolcionaron la corriente isleña sacando su ritmo a todas las latitudes del mundo- dejan a Bob y este comenzaría una corta pero inmortal carrera en solitario.

Revolution – Robbie Williams (Escapology, 2002): Una de las piezas menos reclamadas del disco. Como siempre, se ignora lo mejor y se echa mano a lo incorrecto.

Talkin’ bout a Revolution - Tracy Chapman (Tracy Chapman, 1988): El debut que dejó al mundo encantado con letras tristes y un estilo simplista. De allí, “Fast Car” y “Baby Can I Hold You” . Discazo.

Eran años difíciles. Tanta represión en el ambiente hacía que las jornadas en la facultad se hicieran demasiado intensas. Por lo mismo, la sensación de injusticia y las ganas de alcanzar ribetes revolucionarios movía a que la comunidad estudiantil abrazara luchas que consideraban ajenas hasta hace poco. Y de manera casi inconsciente. Las mismas que nunca pensaste gobernarían tu vida. Así al menos lo quería creer Julio Melgarejo. Su impulsivo libre albedrío lo llevó a cambiar libros por las armas a sus inocentes 19 años. Un vuelco del bachillerato a la “causa del pueblo”. Él lo entendía como una jugarreta del destino y un encausamiento natural de este último con su propia historia.

Los recientes diez meses habían transcurrido excesivamente rápido. Como miembro de un brazo armado del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, el otrora estudiante de Pedagogía en Castellano se había pasado las últimas semanas escondido en un galpón de pleno centro de Puente Alto junto a sus tres compañeros de contienda.
Eso, tras propinarle un certero golpe al enemigo. Ese ataque a un cuartel de la DINA en Providencia no sólo provocó bajas en las filas opresoras sino que les otorgó el calificativo de “Las Cuatro Metrallas” en la imaginativa cobertura de prensa. El apodo no desagradaba a Benedicto Rocha, líder de la banda. El más viejo del cuarteto era uno de los que había regresado desde Cuba tras un autoexilio con la misión de revolucionar el ambiente universitario y generar grupos de combate urbano-terrorista. En su reclutamiento encontró a tres proyectos de Bachiller. Gustavo Cariaga, Pedro Villa y el mismísimo Melgarejo. Los dos primeros eran mayores que el tercero pero igual de nóveles en el impasible arte del enfrentamiento bélico. Fue el longevo retornado quien los entrenó personalmente en la técnica de guerrilla.
El cuarteto llevaba doce días confinado en aquél frío escondrijo sin prácticamente relacionarse con el exterior. Sus andanzas, en especial la más reciente, los convirtieron en imprescindibles para la agresiva contra de la admonición militar y el inmediato instinto asesino del organismo de inteligencia injuriado con sangre. A Julio le gustaba jugar con la situación hace ya varias jornadas. Cada vez que la pandilla compartía la mesa, el muchacho realizaba la representación de Jesús en La Última Cena como preparándose para un inminente final.
Esto, de alguna forma era una terapia para el clan. Se convertía en una especie de disfraz donde ocultar el miedo que respiraban a diario. Sabían que la única esperanza de mantenerse vivos sin descuidar la espalda era la ansiado retorno a la democracia y el poder por y para el pueblo, como lo decían sus principios de quimera. Algo paradójico. Su estandarte de lucha era al mismo tiempo su bandera de salvación.
Aquél 21 de agosto de 1986 llovía torrencialmente sobre la capital. Por la televisión aún se embozaba la realidad pasando una y otra vez los goles de Maradona en el mundial. Molesto con la situación, Rocha apagó el aparato y le otorgó volumen al equipo modular que giraba una cinta pirata de “Unicornio” con Silvio Rodríguez expandiendo a pulmón los sones de “La Maza”.

La Maza – Silvio Rodríguez (Vivo, En Chile, Arena Santiago, 2007): Otro de los singles de un álbum sencillamente imprescindible. El "Unicornio" de 1981.

Sus compañeros servían la precaria cena. Un humilde varietal tinto acompañaba a los bifes tan delgados como su frágil sensación de seguridad.
Mientras comían el improvisado banquete la cinta del trovador cubano comenzó a mostrar los embates del descuido. Entre risas Cariaga se levantó a quitarla para virar al módulo radio. Rodaba la perilla con la desaprobación de sus comensales ante cada estación encontrada hasta que dio con una lúgubre y sentida melodía. Ignorada para él. Melgarejo la reconoció.

Brothers In Arms – Dire Straist (Brothers in Arms, 1985): La que le da el nombre al disco. Sonido tan virtuoso como plomizo. Muy a lo Knofler…

La melancólica guitarra de Mark Knopfler en “Brothers in arms” parecía perfecta para la ocasión. Pero ni siquiera lograrían disfrutar de aquella íntima y bella intensidad de los Dire Straits.

Un intespectivo ruido alteró la paz momentánea. Una puerta caía de sopetón. Gritos y carreras aceleradas a su alrededor les alcanzaron para entender que los habían encontrado. Rocha tomó su revolver y alcanzó a dictar alarmantes órdenes.
Pero el esfuerzo del cabecilla fue tan inútil como tardío. Ocho agentes irrumpieron disparando en el escondite y comenzaron a escribir el final de “Las Cuatro Metrallas”. Careaga fue el primero en caer. Su anterior salida de la mesa lo puso en el camino de los espías y una ráfaga de plomo lo acribilló rápido, sin darle tiempo de moverse ni de forzar defensa alguna.
Villa olvidó su valor y rememorando su niñez salió despavorido rogando inconscientemente ayuda progenitora. Alzó las manos y clamó por piedad pero su huida fue violentamente interrumpida por certeros tiros de escopeta en su espalda. Un último grito de libertad contra la opresión alcanzó a esbozar la imponente figura de Rocha mientras su automática daba de lleno en la anatomía de uno de los fuelles. Recibió algunas balas que lo hicieron caer para ser ultimado en el suelo y a quemarropa por el que parecía líder del operativo.
Julio comprendió entonces aquellos cuentos que rezan cómo la vida entera se te pasa por enfrente en pocos segundos mientras golpeas la puerta de la muerte. Para él fueron tres. Justo los que demoro en recordar a sus padres, sus veraneos en familia, sus sueños de libertad para una sociedad subyugada y sus aventuras más recientes con el rostro encapuchado y empuñando un fusil.

Ennio Morricone – Before The Revolution (Very Best Of Ennio Morricone 2, 2000): Una pieza maravillosa de la recopilación que encierra la obra de uno de los más grandes compositores de música incidental de la historia.
Eso cruzó en su mente. Sus ojos observaban la triste partida de su principal molde político a manos del revolver déspota de aquél oficial de perfecto bigote negro. Fue lo último que vio. Ese giro de cabeza entre su amigo abatido y su victimario sería el póstumo acto de su existencia.

Luego, el gesto final de su verdugo y el impacto en su frente que lo extirpó de este mundo. Para él y sus camaradas, la lucha ya había terminado...

LO QUE ESCUCHO: Revolution 1 - The Beatles (The White Album, Cara 4, 1968): La versión mas lenta, suave, gentil y casi de garage del cuarteto. No aquella de guitarras estridentes, el lado B de "Hey Jude", la más reconocida. Aunque claro, hablar de The Beatles, siempre será sinónimo de algo muy conocido.

# Opinó... RIPNE a las 11:58 p. m.