El Pinto Elemento

Hace rato que mi blog clamaba atención. Sorry, pero vale la pena. Es bueno perderse, más cuando la atormentada vida recibe algunos chispazos de felicidad.

Me aprovecho de ello y le pregunto a usted ¿qué es la felicidad? ¿Acaso son sensaciones, momentos, personas, encuentros?

Lo que pasa es que yo siento a la felicidad como una buena canción. Tan simple como perfecta, tan fácil como inimitable, tan pegajosa como irrepetible. No corre la complejidad, ni la planificación, ni menos la búsqueda. Es natural, está en la vida misma. En lo que se queda dentro del alma, lo que trasciende.

¿Más claro lo quiere?

Bueno, para mi felicidad es tomarse un mate hablando de fútbol en la cocina de mi casa con alguno de mis gatos en brazos y ronroneando a full. Para mi, felicidad es pasearme de la mano por la playa mientras ella corre para que las olas no le mojen los pies. Para mi, felicidad es deambular por este mundo viendo pasar todo delante de mis ojos sin otro soundtrack que el de mis canciones favoritas saliendo del ipod.

Eso, aunque le parezca simple. Sin dinero, ni comodidades ni excentricidades.

¿Y para usted que es la felicidad?

No importa el número, exprésese. A ver si me sorprende. No escatime en esfuerzos. Y recuerde, si le queda algo de tiempo, gástelo en ser feliz. Por ratitos aunque sea. Mire que después, cuando uno se devuelve a la tierra, al mundo cruel, la carga de esos pequeños momentos nos puede servir para afrontar lo que venga. Por malo que sea.

# Opinó... RIPNE a las 10:44 p. m. 40 Elementos opinando

La he visto seguido en este último mes por el MGM en el cable. “24 Hour Party People” (2001) es una película difícil de digerir, sólo recomendable para melómanos y ultra-cinéfilos. Al menos en un principio. Después, la terminan disfrutando todos.
Dirigida por Michael Winterbottom –Welcome To Sarajevo, 1997; Contigo o Sin Tí, 1999, Camino a Guantánamo, 2006 entre otras- posee una banda de sonido envidiable con piezas emblemáticas como Love Will Tear us Apart de Joy Divison, Anarchy in The Uk de los Pistols, Blue Monday y Here To Stay de New Order, Hallelujah de los Mondays entre otras.
El filme resume magistralmente el sueño de un periodista, Tony Wilson, que ya con algunos años encima -37 para ser exacto- se juega las fichas y decide volcarse por su verdadera pasión: la música. Algo similar a cuando Neil Tennant, editor y cronista de Smash Hits, que en 1984 hacía una entrevista a The Police, conoce al productor Bobby Orlando. Ese día, Tennant le entrega unas canciones que escribió en su tiempo libre. Finalmente termina lanzando West End Girls, el mentado inicio en la exitosa carrera de Pet Shop Boys, canción que marca además el hito de la irrupción del hip hop como fenómeno pop comerciable, unos quince años antes que el estilo neoyorkino dominara finalmente el mercado.
A Wilson (encarnado por Steve Coogan) le picaba el mismo bichito. Su carisma como anfitrión de “So It Goes”, programa estrella de Granada TV en Manchester no le bastaba. Estaba íntimamente inconcluso. Su motor era el buen sonido y su fin estaba en entregarlo sin límites, en crearlo, en influirlo, generarlo o simplemente regalarlo. La música es del pueblo, para el goce y la emancipación. No para el negocio. Inocente y admirable visión.
“24 Hour Party People” (le debe el nombre a una canción de los Mondays) muestra sólo algunos hitos de la incansable cantera manchesteriana en cuya trama no incluye o al menos apenas menciona a Sex Pistols, Siouxie and The Banches y The Smiths como los antes de Wilson o a los Oasis y James como después de Wilson, a los Stone Roses, a Simple Red, etc. Pero si centra su atención en la armada que rindió honores al buen oído.
Allí se muestra el nacimiento y muerte de Joy Division, el reinvento de la banda en los incombustibles New Order, la génesis de uno de los grupos más notables que escuché en mi vida, los Happy Mondays.
Colectivos de distinta motivación sónica, todos marcados a fuego en la memoria colectiva inglesa, tienen en este rollo la ocasión de inmortalizar su historia engendrada en los estudios de Factory Records, el sello formado por Wilson para administrar los nuevos talentos de la calle, jóvenes sin futuro que vieron en el longevo reportero-presentador un escape a sus atribuladas vidas, convirtiéndose de drogadictos callejeros con un talento sumergido en ídolos del rock y sus derivados exquisitos.
Y si faltaba un detalle, Wilson utiliza las ganancias para crear La Hacienda, la discoteque ideal ubicada en el corazón de Manchester, la cuna de esta Nueva Venecia Inglesa con toques de Renacentista Moderna, caldo de cultivo para el movimiento rave que eleva al DJ, a aquél pinchadiscos al nivel de un rockero, un fenómeno que arrasa y se multiplica con los años desde Europa hacia el mundo occidental.
Muchos admiran a los artistas, a los genios creativos, a los que se elevan al Olimpo. De esos hay muchos, los que pavimentan el camino son los menos. Wilson nunca se vendió, aunque su sueño colapsara y rompiera en pedazos. Un grande de los nuevos tiempos, un maestro de la vida común, el mismo que aún vive y trabaja en su humilde pupitre televisivo como si nada. Como si no supiera que su grano de arena es superior, que ayudo a cambiar un poco la historia musical en el mundo.

RECOMENDADO: Qué manera de reirme. Como no puedo dejarle comments porque una tropa de tarados jura que ese sitio lo escribo yo, simplemente le dejo este dato.
Mi amigo Coto, conocido como el Gran Miguel Ocares hace poco más de un mes que viene trabajando su sitio Críticas de Tele, que comenzó como una supuesta venganza hacia un tipo típicamente loser y que, dada la acostumbrada del mejor alumno de la Zaga Futbolera, terminó con muestras de genialidad y humor negro a raudales.
Lea Dialoguitos en El Matinal. Da lo mismo que nunca haya visto televisión de esta zona. Entenderá por qué los paquetes amenazan ilusamente con querer -y no poder- pegarme especulando que yo escribo ese sitio. Ojalá yo tuviera tanto talento para reírme así de cada vacunazo que se ve en los medios locales.

# Opinó... RIPNE a las 10:38 p. m. 31 Elementos opinando